FIRMAS: Luis María Anson, A Espada, R del Pozo, S Sostres, J Müller, V de la Serna, Secondat

El 'volveré' de Francisco Camps
«CAMPS está herido de gravedad. Pero no es un cadáver político… todavía. Si saliera absuelto del juicio que le acosa, volverá, ciertamente volverá». Así concluí yo una canela fina el pasado mes de julio. Pedro J. Ramírez recordó el Ricardo II de Shakespeare, cuando Rajoy era ya el César con el Rubicón cercano. «Retiro de mi cabeza este peso abrumador, de mi mano este cetro incómodo, de mi corazón este orgullo real; lavo el óleo que me ha consagrado con mis propias manos; anulo mi poder sagrado con mi propia lengua; asiento con mi propio hálito todos los juramentos de obediencia; abjuro toda pompa y toda majestad…»Francisco Camps, tras su arrollador triunfo electoral, con el pueblo valenciano aupándole sobre la silla curul, decidió abdicar su poder reafirmado democráticamente y le dijo al Rajoy seguro de caminar sobre la alfombra roja del triunfo que le habían extendido las ocurrencias y los errores zapatéticos: «Tú mandas en mi vida pero no en mi honra; mi deber es consagrarte la una, pero mi buen renombre, que a despecho de la muerte me sobrevivirá en la tumba, no tienes poder para arrojarlo al negro deshonor». Había algo más que Shakespeare en el alcance de esta frase. La exigencia del hidalgo y el honor, que historió Américo Castro y ensalzó Valdecasas, le impulsó a Francisco Camps a exigir el banquillo de los acusados y a espetarle a su jefe de filas: «Al Rey la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios».
Si el expresidente valenciano hubiera organizado un referéndum en la Comunidad Autónoma para que el voto popular decidiera si continuaba o no en el poder a pesar de la imputación, lo habría ganado de forma arrolladora. Ha preferido comparecer ante la justicia y defender su honor. Eso le enaltece.
Y las cosas están ahora claras. Si el jurado popular y el tribunal le condenan, Francisco Camps se habrá enfundado su último traje, el del ataúd político. Su vida pública habrá concluido. Pero si resultara absuelto podría y debería reclamar que Alberto Fabra le devolviera el puesto para el que fue elegido por la mayoría de los levantinos. Aquel Carlos VII de los tradicionalistas, uno de los grandes Borbones que ha dado la dinastía, cruzó la frontera, derrotado por Alfonso XII, diciendo: «Volveré». No pudo cumplir lo que prometió. En todas sus declaraciones a los medios de comunicación, y ahora ante el tribunal, Camps ha entonado ese «Volveré» del león que se lame las heridas sin cicatrizar. Lo importante para el político imputado, antes que nada, es restaurar su honor mancillado. Si lo consiguiera, tendría todo el derecho democrático a recuperar la presidencia valenciana para escarnio de aquellos que le han esquivado en los últimos meses y que no son pocos porque las ratas dispuestas a abandonar el barco cuando piensan que se hunde, se multiplican abundantes.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.
GOBIERNO Y TERRORISMO / ANTONIO BASAGOITI

Los dirigentes socialistas, con sus contradicciones y desmentidos correspondientes, llevan tiempo queriendo hacer ver que lo que se hizo entre el Gobierno y el partido de Rodríguez Zapatero con los representantes de ETA en Loyola ha servido para que éstos se den cuenta de que tienen que dejar el asesinato. Pero es en las últimas fechas cuando estamos viendo un nuevo episodio de su libro. Se trata de la publicación en la cual se cuentan sin ambages las interioridades de la negociación política con la banda terrorista.
Cada uno está en su derecho de querer vender su libro, más aún cuando el verdadero libro no es otro que el de querer contar que la paz es gracias a la implicación del PSOE en una negociación política con ETA. Pero creo que la imperiosa necesidad de vivir en libertad en el País Vasco y en el conjunto de España requiere del prestigio de otros valores muy distintos a los exhibidos en el autodenominado proceso de paz y ahora publicitados por todo lo alto.
Es cierto que lo que ahora está saliendo es la certificación de lo que ya se sabía que hicieron los autores de Loyola, como también es verdad que no hay con ETA ya mucho manejo que no se acabe sabiendo antes que después. Tampoco es nuevo que quienes han dirigido el Gobierno de España se dediquen a rebatirse entre ellos sobre lo que hicieron o dejaron de hacer con la banda, y que entre ellos mismos desvelen sus propias falsedades.
Por todo ello nos podríamos preguntar por qué ahora, tras unas elecciones en las que el zapaterismo ha perdido el poder y el Partido Socialista de Euskadi se ha dejado la mitad de los votos que tenía en 2008, vuelven a la carga con la supuesta bondad de una negociación, sabido que además deja en evidencia afirmaciones de algunos miembros del Ejecutivo socialista. Y la respuesta tiene que ver también con las propias elecciones.
La clave es que algunos pensaron que el anuncio del cese de la actividad terrorista daría réditos electorales y la cosa no ha sido así. Hay quien desde las filas de la formación de izquierdas creyó erróneamente que la situación de ETA, más aún si se producía en campaña o precampaña, les facilitaría más votos, especialmente en el País Vasco. La verdad es que yo nunca creí que ETA, a estas alturas, pudiera decidir el presidente del Gobierno del 20-N, porque la banda ya no era vista como una amenaza cierta para la ciudadanía. Ya no puntuaba tanto el fin de ETA porque la actuación antiterrorista había demostrado que eran batibles, y España tiene hoy en día otros acuciantes problemas. Aun así, ellos y algunos otros sectores pensaron que lo de ETA le podía salvar las elecciones a Rubalcaba.
Los que más apostaron por el trato con ETA creen ahora que no han rentabilizado el anuncio de la banda porque han sido timoratos y no han hecho el esfuerzo suficiente por desvelar los riesgos asumidos por la paz. Por eso hoy se tiran más a la piscina, y se vuelven a equivocar en la táctica y en los principios. En el fondo, porque con la legitimación de los tratos con ETA se justifican los fines totalitarios que dificultan la convivencia; y en la forma, porque defender el camino que siempre ha querido Batasuna se traduce en trasvase de votos a favor de sus marcas electorales venidos de quienes prestigian ese proceso.
Prestigiar la negociación con ETA es contraproducente para que el Estado de Derecho pueda ganar al totalitarismo. Ensalzar ese tipo de tratos dificulta la libertad porque se pone en pie de igualdad a una banda terrorista con un Gobierno democrático, y porque se legitiman las reclamaciones políticas que han sustentado los crímenes a lo largo de cinco décadas. Y todo ello lo que conlleva es que se fortalezcan los que han respaldado los medios y fines de la barbarie, como está pasando en sectores de la sociedad vasca.
Esa estrategia de poner en valor Loyola da votos a Batasuna porque es decir que algo de razón tenían pidiendo hablar de la autodeterminación o de la territorialidad con un Gobierno de España. Esa táctica de ensalzar la negociación con ETA y buscarle utilidad fortalece el sentido histórico que han querido dar al dolor que han generado los que nunca deberían haber tenido justificación para infligir tanto dolor y empobrecimiento. Así que incluso alguno de los que votaron a Zapatero en plena efervescencia de la negociación ahora hayan votado a los otros miembros de la mesa.
Y además, esa tesis que sostiene el libro según el cual Loyola es lo que ha traído el fin de los atentados es un cuento. No es verdad que eso lo haya conseguido la negociación, porque en 2004, cuando empezaron los contactos previos que derivaron en lo conocido, ETA ya estaba moribunda. La actuación policial, la determinación legal como la de la Ley de Partidos o la cooperación internacional ya habían dejado a la banda contra las cuerdas y a su brazo político desprestigiado.
Ahora, tras mucho poner en valor una negociación política, es verdad que ETA ha dicho que baja la persiana, pero se ha engordado a quienes siempre han defendido esos fines. Se podía haber conseguido, y se estaba consiguiendo hace menos de una década, que la banda tenga que bajar la persiana sin aumentar los clientes y socios del establecimiento totalitario. Se podía conseguir el fin de los atentados sin generar un problema a la convivencia y a la libertad, sin reforzar a quienes no garantizan respetar las normas básicas.
Pero nuestro libro, el del Partido Popular, sí está claro. La siguiente página que hay que escribir es la del desarme incondicional, la de que a la bajada de la persiana le siga el cese del negocio, un capítulo en el que se cambien las cimientos de esa actividad por los de la convivencia de la Constitución y del Estatuto de Gernika. Así lo vamos a hacer, y aunque cada uno tenga derecho a escribir su libro, en el nuestro los capítulos van a ser para prestigiar la paz con libertad. Las referencias son el fortalecimiento de la democracia y las páginas finales son la victoria del Estado de Derecho.
Y ahora tenemos una gran ventaja para que el libro del fin de ETA no sea un cuento sobre la negociación y sí un relato que nos vacune contra el fanatismo identitario. Tenemos la ventaja de que tras el 20-N podemos colaborar en la escritura de un relato que prestigie la paz con libertad en el País Vasco, y en conjunto de España, desde el Gobierno de la Nación.
Antonio Basagoiti es presidente del PP vasco.
POLÍTICA / JOSÉ JOAQUÍN IRIARTE
Tecnócratas al poder
Se ha cumplido ahora medio siglo de la irrupción de la tecnocracia en España. Sucedió en la última etapa del franquismo, a la que los historiadores llaman tardofranquismo. Para el hispanista Stanley Payne, dicha etapa presentaba unas características claras que la diferenciaban de anteriores periodos de la dictadura. Fueron los años del llamado desarrollismo que, desde dentro del sistema, pretendió sacar de la postración a un país que había sufrido, sucesivamente, una Guerra Civil, una posguerra (que coincidió con la II Guerra Mundial) y la autarquía por el aislamiento internacional. Así, en 1961, Franco confió la parcela económica a varios tecnócratas. No es que formara un Gobierno de técnicos,sino que encomendó la gestión económica a profesionales no adscritos a etiquetas ideológicas.
Esta peculiar efeméride coincide con la formación del Gobierno de Rajoy, tras el éxito electoral del PP en las elecciones legislativas del pasado 20-N. En las quinielas se apunta la posibilidad de que aparezca en el Ejecutivo el nombre de algún independiente o apolítico -si es que existe esa raza- cuyo prestigio profesional le llevaría a ser llamado para colaborar en este momento crítico.
A Rajoy no le gusta la tecnocracia. Lo dijo en plena campaña electoral, a propósito de lo ocurrido en Grecia y en Italia. No le gustan los «Gobiernos de técnicos» porque no han salido de las urnas. «Hay quien dice», explicó Rajoy cuando era todavía candidato, «que los mercados han ganado a la política, que están incluso por encima de la soberanía nacional y que llega la época de los tecnócratas. Pero yo os digo que lo que llega es la etapa de los buenos gobernantes elegidos por los ciudadanos».
No creo que en la sociedad española exista un estado de opinión de resurgimiento de la tecnocracia, entre otras cosas porque no se distingue claramente qué es un político químicamente puro y un tecnócrata. La frontera que los separa es sutil e inapreciable.
Pero está claro que los políticos, con una formación académica e intelectual en general menos brillante que los tecnócratas, son los que protagonizan las páginas decisivas de la historia. Desde Churchill a De Gaulle hasta Adolfo Suárez, cuyo principal mérito no estaba en sus conocimientos de ecuaciones y logaritmos, sino en su simpatía personal que le llevaba a lesionarse la mano de tanto estrechar las de los demás. Aquellas frases oneguísticas de «puedo prometer y prometo» póngalas usted en boca de un tecnócrata y el efecto no es el mismo. Laureano López Rodó, el más significado del grupo de tecnócratas, tenía una visión pragmática de la jugada, que le llevó a decir: «Cuando tengamos mil dólares de renta per cápita, habrá democracia». No entendía que se pudiera discurrir con el estómago vacío.
Grecia e Italia han optado por el camino del posibilismo. En la cuna de la democracia y del Derecho han dejado de contemplar sus ruinas y se han puesto manos a la obra a combatir la crisis con el más rudo tecnicismo. Y, en contra de lo que se pueda pensar, los gobiernos de Lukas Papademos y de Mario Monti son tan democráticos como los de Papandreu o Berlusconi. No han salido de las urnas, pero uno y otro han sido aprobados por sus respectivos parlamentos.
Aquí no parece que estemos por la labor de imitarles. Queremos gobiernos eminentemente políticos, que ejerzan el poder con magnanimidad y respeto a la sociedad en su conjunto, que no se inventen problemas donde no los haya, que no pretendan transformar sino mejorar la sociedad (que se basta a sí misma para su evolución) y que pongan el pensamiento no sólo en su militancia sino en el conjunto de la ciudadanía. Algo de todo eso ha ocurrido en los últimos años. ¿Se imaginan a un tecnócrata diciendo, como en su día Zapatero, que «la economía es un estado de ánimo»? Sólo los políticos se pueden permitir el lujo de incurrir en el lirismo.
José Joaquín Iriarte es periodista.
El cuento de la negociación con ETA
Música y política
La Unesco acaba de considerar al mariachi como Patrimonio de la Humanidad. Música y política, de nuevo tan estrecha e indisolublemente unidas. Si la izquierda española, los socialistas, precisa de impulsos regeneracionistas en pos de un discurso ético y una praxis afianzada en la honestidad y la cabal y equitativa administración de los bienes públicos, acaso debería inspirarse, no en la propaganda como único instrumento, sino en los aciertos musicales de la Unesco, y buscar quien reescriba ideológicamente la Internacional, tan alejada ya del género humano tras lo descubierto bajo los escombros del Muro, incluso que sustituya la europea y simbólicamente maltrecha Oda a la Alegría de Schiller-Beethoven -a la vista del estado de la UE- por un más prosaico Rondó del Euro para clavecinistas barrocos.Ahora que el PRI puede volver a la presidencia de México -con su insólito candidato, el de los tres libros, Enrique Peña Nieto- los socialistas españoles, tan cercanos -«vamos a montar el PRI en España», decían en 1982- deberían fijarse en la carga de idealismo revolucionario de la música azteca ahora reconocida, y no en asuntos menos presentables, como la famosa mordida, o la persecución de periodistas democráticos como el que suscribe o de publicaciones independientes.
Ante la travesía que les aguarda, quizá aprendan de la paciente lentitud del mariachi y su apoteosis de guitarrones, Coronelas o Adelitas, que transita del lentísimo adagio que inicia la polka norteña Jesusita de Chihuahua, a esa gradual aceleración del tempo, al molto vivace tempestuoso. Enigmática coincidencia de dos folclores revolucionarios, el de ese inicio lentísimo para acabar galopando sobre las cinco vallas del pentagrama, idéntico al de la Kalinka prerrevolucionaria rusa. Misteriosamente, ambos folclores, previos a las dos grandes revoluciones del siglo XX (1910 y 1917), son también dos ejercicios de hombría, desde el hondo pistolón de macho de Francisco Villa a esa virilidad coral de los barítonos del Ejército Rojo (la Unesco no pudo reconocer la desaparecida nushu, lengua china hablada solo por mujeres).
Mariachis y cosacos escenificaron su ardor revolucionario con ese tránsito gradual desde la parsimonia exasperante de las primeras estrofas de Kalinka -fruto del enebro que perfuma las ginebras del mundo- en un movimiento de aceleración en el que se ha querido ver un símbolo musical del empuje amoroso del jinete, desde la calma de los preámbulos a la agitación frenética del éxtasis. Eros y Tánatos unidos en los territorios de la música, la revolución, la muerte y la guerra que es, como es sabido, la política por otros medios.
También la derecha que viene tiene su música. Parece que Mariano Rajoy, impresionado por el glamour cosmopolita de Florentino Pérez -su desenvoltura de tycoon para operar en Nueva York, Bonn o Sidney- le consultará como asesor frecuente. Los gustos musicales de Florentino -patentes en la megafonía del Bernabéu, a cuyo palco ya se ha incorporado Javier Solana- hoy se inclinan por la laringe de cristal de Pavarotti, la voz apabullante de Plácido Domingo o los registros hondos, ásperos, de José Mercé.
Historia de un reloj
EL 24 DE DICIEMBRE del año 2004 a las ocho de la tarde había quedado en el Tirsa con la chica más hermosa de la ciudad para tomar una copa y desearnos feliz Navidad. Aunque no tenía novio y yo todavía no estaba casado nunca quise cruzar la raya porque siempre vi algo destructivo, letal, de no retorno en su belleza extraordinaria. Era muy difícil resistirse a su encanto tan sofisticado y como quien se defiende a la desesperada sin saber muy bien qué hace le había comprado un regalo que conjuntara con su estilo, con su clase. Un reloj de Gucci, 1.200 euros. Ya sé que decir el precio es ordinario pero resulta fundamental para conocer el sentido más profundo de esta historia tan real como mágica.Ella no se presentó ni contestó a ninguna de mis llamadas, de modo que sobre las 10 me fui a cenar, como cada Nochebuena, con mi amigo el decorador Antonio Pérez Mani. Me sentí un idiota toda la noche con la bolsita de Gucci arriba y abajo. Ya bien entrada la madrugada, de regreso a casa, entré en un cajero y saqué dinero para el taxi. Una indigente que dormía acurrucada entre cartones y trapos me felicitó la Navidad. Salí del cajero pero inmediatamente volví a entrar y, más por despecho que por caridad, le regalé el reloj. Ella me miró desconcertada y entonces le dí el ticket de compra y le dije que le devolverían el dinero si acudía con el paquete a la dirección indicada. Le anoté mi nombre y mi número de teléfono para que me llamaran si alguien en Gucci dudaba de una indigente y de lo que les contara.
No supe nada de ella, ni de Gucci, hasta que al año siguiente volví a cenar con mi amigo en Nochebuena y entré de madruga-da en el mismo cajero y allí estaba otra vez, en las peores circunstancias imaginables. Le pregunté si le habían puesto algún problema en la tienda para devolverle el dinero y rebuscando entre sus trapos sacó el reloj perfectamente guardado en su cajita de terciopelo negro y me dijo que ningún dinero podría compensar la ilusión que alguien le hubiera hecho, después de tanto tiempo, un regalo de Navidad. «Señora, ¿no cree que en su situación hay cosas más importantes?». «Nosotros decidimos lo que es importante, y no las situaciones. Nosotros decidimos lo que es importante, y los que se justifican diciendo que no tuvieron más remedio, mienten».
Hace unos días me llamaron del Ayuntamiento de Barcelona, me preguntaron si era Salvador Sostres y me notificaron que Josefina Martínez Vigatà había muerto a los 64 años de edad de frío y de hambre y que, aunque no se lo podían explicar, me había dejado en herencia una caja de terciopelo negro con un valioso reloj dentro. «Y el ticket de compra por si prefiere el dinero y quiere devolverlo».
Algunos mitos del comercio chino
El pasado 28 de noviembre, unos 300 comerciantes chinos se manifestaron en Madrid para exigir que se les concediera permiso para vender alcohol en sus comercios. Su protesta, la primera de este tipo, despertó simpatías entre los partidarios de la más irrestricta libertad comercial. Yo mismo creo que los esforzados comerciantes chinos han señalado un camino para la supervivencia del pequeño comercio, un camino marcado por la necesidad de trabajar más y sacrificarse si no se quiere perecer en un terreno muy competitivo.Convencido de que acertaban con su protesta, comencé a buscar datos al respecto. Y la realidad que ha surgido tiene muchos más matices.
En Madrid no existe libertad para que cualquier comercio venda bebidas alcohólicas. Eso es una traba burocrática, pero es igual para todos. Las tiendas de alimentación necesitan una segunda licencia para hacerlo. La restrictiva normativa antibotellón, que impedía vender alcohol después de las 22.00 horas, se flexibilizó hace unos años para las llamadas tiendas de conveniencia. Pero, independientemente del horario de apertura, una tienda de alimentación necesita una segunda licencia. Los comerciantes chinos denunciaban que a ellos no les daban esos permisos por una cuestión de racismo del Ayuntamiento. Pero los datos no les dan la razón.
Las licencias se conceden por distritos. Según datos de la Junta de Distrito Centro, en 2010 se tramitaron 134 solicitudes de licencia de alcoholes y sólo se concedieron cuatro: dos de ellas fueron para comerciantes chinos, el 50%.
En Chamartín se pidieron 36 licencias en 2010. Se dieron 14 y 9 de ellas fueron para comerciantes chinos. Tampoco en la denegación de solicitudes parece haber sitio para la subjetividad: de las 15 rechazadas, siete eran de chinos.
En la manifestación, los comerciantes se quejaron también de las sanciones que han recibido por vender alcohol sin licencia. Los datos demuestran que el comercio chino es especialmente infractor en esta materia. En 2009, en Centro, de 64 sanciones por este motivo, el 65% correspondieron a chinos. Y en 2010, de 58 expedientes, el 86% eran asiáticos.
La concejalía de Economía del Ayuntamiento de Madrid ha desarrollado una campaña de información específica para el colectivo chino y ve con optimismo que el grado de cumplimiento se está elevando. En relación con las normas comerciales básicas (etiquetado, producto seguro, licencia de funcionamiento, etc.), el comercio chino es cada vez más legal. En el período 2008-2009 se inspeccionaron 657 establecimientos de todo a cien de los 847 censados. El 43,7% presentaba irregularidades. Parece una cifra alta, pero es que en 2005, las irregularidades alcanzaban al 85% de las tiendas inspeccionadas y en 2007 fue del 76%.
Hubiera sido muy interesante disponer de datos sobre infracciones a la normativa laboral, que la opinión pública intuye, pero que no está documentada por la Administración ya que las competencias están repartidas entre el gobierno central y las comunidades autónomas.
john.muller@elmundo.es
Duopolio 'pluralista'
Unas migajas para las emisoras nacidas al socaire de la TDT (televisión digital terrestre, que multiplicó el número de cadenas posibles), otras migajas para el consorcio FORTA, el de las televisiones autonómicas (es decir, públicas), y el resto de los ingresos publicitarios televisivos españoles, más del 85%, se lo van a repartir solamente dos empresas, la de Silvio Berlusconi y la de José Manuel Lara. Así, ahogada la competencia -incluida TVE, privada de esos mismos ingresos-, las dos reinan sin discusión sobre el medio que proporciona entretenimiento a la casi totalidad de los españoles e información a la inmensa mayoría. El pluralismo que la TDT prometía acaba en un duopolio mucho más restrictivo de la diversidad que el régimen nacido hace más de 20 años de la Ley de la Televisión Privada.Una buena parte de esta situación se la debemos a la injerencia de los gobiernos socialistas a favor de sus amigos, subvirtiendo las leyes (concesión al grupo Prisa de una cadena de pago no prevista por aquella primera ley) o forzándolas para otorgar nuevos canales a grupos ideológicamente afines (Cuatro, de nuevo a Prisa, y La Sexta, al conglomerado Mediapro de Jaume Roures). Para ayudar a su supervivencia económica, el Gobierno de Zapatero no dudó en suprimir la publicidad de TVE y, sobre todo, en hacer que se prohibiese, por supuestamente monopolístico, el sistema de coordinación publicitaria entre alguna de las grandes cadenas y varias de las nuevas emisoras de TDT, que aseguraba a éstas unos ingresos correctos.
El efecto de todo ello ha sido devastador: hay menos pluralismo (y menos calidad, dicho sea de paso) en el panorama televisivo español en 2011 que en 1990. Claro que han colaborado a ello una crisis económica que ha empequeñecido brutalmente el pastel publicitario; claro que las emisoras de TDT han cometido pecados de presunción intentando competir a base de caras programaciones generalistas con las grandes. Pero el favoritismo gubernamental ha sido el primer factor de desequilibrio.
Ahora Roures se retira, junto a los mexicanos de Televisa, a Imagina, que es donde tiene su verdadero negocio, la producción de programas, beneficiada por haberse convertido en la proveedora de TVE. Y nos preparamos para ver cómo se efectúa la integración de A-3 y La Sexta.
El modelo de la fusión anterior, la de Telecinco y Cuatro, ha sido más o menos el de la transformación de la antigua cadena de Prisa en una submarca. La fusión de sus servicios informativos, de puertas afuera al menos, no ha entrañado grandes dificultades: sus líneas no eran discrepantes, y no se han suscitado conflictos.
Con dos cadenas volcadas al show business como Antena 3 y La Sexta y con unos programas informativos (y pseudoinformativos, como el del Gran Wyoming) profundamente divergentes, la cosa se vuelve bastante más peliaguda. Prometen los nuevos propietarios que se mantendrá la identidad de ambas cadenas, contando con que hay que satisfacer a dos clientelas bien distintas: la clase media de A-3, el magma izquierdista y más joven de La Sexta. Así que una misma empresa va a amparar, o al menos eso dice, dos líneas editoriales contrapuestas. Puro marketing ideológico...
No es nada nuevo. Hacia 1930, el diario izquierdista El Liberal y el derechista Informaciones compartieron empresa y sede. Durante 26 años (1971-97), en Marsella, el socialista Gaston Defferre editó el izquierdista Le Provençal y el conservador Le Méridional. Pero en televisión, y en 2011, estas dualidades parecen más extrañas y menos sostenibles.
Jabón de sastre
El PP abandona a sus untados. No habrá en la cremá ninot indultat. La verdadera corrupción va por un lado y los juicios por otro. En este montaje de Valencia, uno de los testigos es un sastre, uno de esos alfayates para los que se hizo el infierno. Según el viejo proverbio, sastres y zapateros que no fueran embusteros no serían ni sastres ni zapateros. El juicio de los trajes ha devenido una farsa guiñolesca, el retablillo de Paco Camps y Ricardo Costa, El Bigotes y Rafael Correa, mientras Génova se lava las manos y se siente ajena al linchamiento.
Correa, esposado, se niega a declarar; y al final, a los soguillas y a los jefes, al molt honorable y a los del monipodio los van a pasear. Las cuatro mujeres y los siete hombres sin piedad del jurado no los enviarán a la trena, pero les van a hacer un traje, sin jaboncillo, no de talla 52 y largo 51: los van a dejar tirados con los alfileres clavados.
En el PP no hay piedad con los compañeros de Valencia. Los socialistas y sus ensotanados buscaron inútilmente el dedal de la financiación ilegal del PP y como no había o no la encontraron, llevaron a los dirigentes de la derecha valenciana ante los tribunales para un castillo de fuegos artificiales. Los de Génova, en pleno invierno triunfal, se desentienden de sus marionetas y dejan a sus falleros mayores quemarse en la mascletá de cachiporras, un guiñol que le cuesta al contribuyente medio millón para dilucidar si hubo trinque de 14.000 euros. La trama Gürtel es larga y ancha, pero no alcanza al partido sino a sus recaudadores.
«Llegan al banquillo vencidos, desarmados, devorados por las filtraciones y las escuchas», me dice una ilustre y gentil jurista. Hubo persecución política y ajuste de cuentas entre los dos partidos, como en las películas de la mafia, y después ha quedado en poco; sin embargo, el odio está en la sala como el borracho en una taberna y la presión popular se pasea por la calle como una tricotadora. Antes de que a Francisco Camps y a Ricardo Costa les lean la sentencia, después de sentarse en el banquillo donde se cagó el gitano, ya están condenados.
Los han hecho picadillo los telediarios. Eso está muy mal, pero también está mal mentir, trajinar, ser hortera y cursi, la mojigatería y la doble moral. «Tengo ganas locas, locas, de declarar», había dicho Camps; luego apenas aporta claridad alguna de lo que pudo ocurrir en aquel compadreo de bribones: «Amiguito del alma, te quiero un huevo, feliz Navidad, amiguito del alma». El jurado popular tendrá que dilucidar si El Bigotes y sus reyes magos regalaron a los gobernantes de Valencia pelucos, caviares, phones o maletas de Loewe.
Y no habrá Picassent.
Presidencialismo encubierto
Tenemos otra prueba de que en España funciona realmente un presidencialismo encubierto. El líder del partido vencedor en las últimas elecciones nombró, por sí y ante sí, al presidente del Congreso de los Diputados y al presidente del Senado. No importaron las reglas establecidas, configuradoras de un régimen parlamentario. Según estas normas, el presidente del Congreso tendría que haber sido elegido por los diputados y el del Senado, por los senadores. Podría alegarse, a favor de lo ocurrido, que en las dos cámaras el Partido Popular ha obtenido una mayoría suficiente para elegir a los mismos presidentes anticipados por el futuro jefe del Ejecutivo. Pero lo procedente, en este caso, habría sido esperar al voto de los diputados y de los senadores, y luego proclamar a los presidentes según los resultados ciertamente previstos. Siempre resulta oportuno y conveniente respetar las reglas de los distintos sistemas democráticosQUIA!
El mecenazgo inverso
ME ESCRIBE Amalia Iglesias. Cierra Revista de Libros. La Fundación Caja Madrid deja de poner el dinero necesario. La crisis, dicen. Este de diciembre será el último número. Espléndido, por cierto, uno de los mejores del año. Se demuestra lo que dice su director, Álvaro Delgado-Gal, en la explicación necrológica: esto es que la revista muere de pie, lejos de cualquier decadencia. La revista era, largamente, la mejor en su género. Al modo de los ejemplos anglosajones, la New York Review of Books o el Times Literary Supplement o la London Review of Books: revistas donde los libros eran una excusa para escribir ensayitos, a veces más interesantes y sagaces que el propio libro del que partían. La revista participaba de una noción paulatina de la cultura y, si no fuera porque la palabra se ha destruido en la fosa digital, podría decirse que organizaba una de las conversaciones más excitantes sobre la cultura que podían mantenerse en español. Por si fuera poca felicidad seguía el modelo anglosajón también en lo referente al par ficción/no ficción, y el comentario y reseña sobre novelas y demás distracciones ocupaba un lugar subordinado. Aunque aspiraba con éxito a la objetividad se parecía a su director y así se decantaba hacia una visión más o menos liberal de las cosas. O sea que el momento politico y económico en que se ha producido su cese, con Rajoy en el Gobierno y Rato al frente de la fundación bancaria que la pagaba, es compatible con aquella convicción repetidamente manifestada por algunos: qué grandes liberales no seríamos si tuviésemos pueblo.
Estos mismos liberales que sospechan, nosotros, saben también que hasta que el hombre no sea capaz de encontrar mejor fórmula técnica la injusticia continuará siendo una inexorable condición de la libertad. Así pues nos mostramos resignados (¡qué vachaché!) a pagar los excesos tanto de los que contrataron hipotecas por el 70% de su sueldo como de los que convirtieron algunas oficinas bancarias en lugares de práctica de la ruleta rusa... siempre con las sienes de los otros. Pero si esta general y notabilísima provisión de fondos, imprescindible para calmar el estrés del dinero, tan pusilánime, no alcanza para pagar una revistilla (la minúscula es obviamente presupuestaria), cuya fortaleza no era el número de gente que la seguía, sino la producción y diseminacion de ideas útiles, quizá haya entonces que plantearse la función del mecenazgo. Digo del mecenazgo de nosotros con ellos.
>Vea de martes a sábado el videoblog de Carlos Cuesta La escopeta nacional. Sólo en EL MUNDO en Orbyt, hoy: La tontería de Amaiur contagia
Links to this post:
posted by epesimo @ 15/12/11 10:06
posted by e-pesimo @ 15/12/11 10:04
Crear un enlace
Home